domingo, 10 de junio de 2012

Tus manos y mis manos nunca han sumado diez

AL DESPERTAR LOS EUCALIPTOS 
¿Que se podía recordar en la despedida?
Memoria de palabras desnudas,
oscuridad y voces callando la existencia
de todos los días endosados a la
palabra que no se dijo .
Su rostro sin memoria
dibujaba las veces que su cuerpo mentía,
la infinidad de compromisos,
y la necesidad urgente de las despedidas,
el tiempo siempre se agoto
entre juegos de marionetas y palabras pintadas
de labial.
El silencio se volvió costumbre...
Y dolía esa infidelidad que no se presentía,
la que se guardaba, cuando se daba la espalda
y se dormía con recuerdos que le pertenecían.
AHORA que lo pienso, están mis manos
testigo analfabeta de sus insomnios
recorriendo el cuerpo de Ella entre  sombras,
SIEMPRE ajena porque no le ame.
No supe interpretar sus
suspiros de pedernal, con forma de ánfora
lamentando  encuentros y palabras que no cabían
en su corazón extraño a estos amantes y a esta
historia.
Y yo aquí, quieta, perdida en mi vientre.
Y la memoria fue escuela de gladiadores
siempre amada entre estambres y
pistilos amarillos, donde los cuerpos ajenos
del mismo cuerpo
se adormecían sobre recortes de tela
cubriendo el cuerpo de dormian sus caricas.
Y no me di cuenta que no me amaba,
no entendi el camino, las hojas de papel
arrastrando  historias escritas
sin ser aún leer por mi piel.
Que hacer con estos recuerdos subiendo paredes pintadas
de viejas fotografías,
caminando entre sus piernas
de tarde y madrugadas cansadas,
 y noches ocultas en la viejas
sabanas.
Estoy en el camino del costurero,
diseñando un traje nuevo,
allí donde están los pasos anudados
a la mesa de una pata, al comedor que nunca se
compro, a la loza da barro negro, partida.
La piel no volvio a recordar el hogar
y ese olor siempre atado al dobladillo
del viento,
nada y todo tiene la forma de su cuerpo
distante, siempre  en la habitación
puente bañada por la corriente de agua bajo
los cuerpos desprendidos.
Hoy, después
de algunos dolores catilinarios  e infinidad de gotas
de agua resbalando por los orificios
de mi piel ahuecada por los vientos y las
tempestades de los años,
la piel es estalactita
dentro de mi cueva.

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