sábado, 19 de agosto de 2017

LOS RECUERDOS
Los recuerdos son como los amores.
Vienen y nos abrazan y luego se van,
se disculpan y se sonríen dulcemente.
Nos desarropan del presente
y nos sumergen en las puertas del pasado.
Se quedan, susurran, se despiden
y dejan su fragancia,
y vuelven de puntillas, sutilmente,
se van nerviosos  y vienen temerosos
y  luego juegan a ganar o perder.
Se vuelven tranvías y ventanas de pasajeros.
Son sensuales con el roce de los encuentros.
Nos dejan esquinas tiradas y pétalos desnudos
en un arco iris de lápiz y papel.
Que manera tan extraña de recordar el cosmos
de esos primeros encuentros,
esta sensación de querer volver a presentirlo,
esta sensación que nos derrumba,
sentimiento que nos hacen perder la cordura y
nos tornamos mentirosos,
inventamos, nos volvemos creativos... y logramos
el encuentro de las capitulaciones...
entonces ¿Oh por todos los dioces de la faz de la tierra?
nos sorprenden nuestras pasiones.
Y nos preguntamos.
Que tienen esas viejas historias
que no se dejan volver olvido,
que no nos abandonan y están ahí al asecho.
Hoy no estoy postergando el reencuentro
con su caminar insinuante, y la lluvia de su caricias
apoderándose del centro de mi vientre,
no, hoy simplemente estoy descansando
de su presencia y de su fragancia que deshilvanaba
ni existencia hasta quedar desnuda entre sus brazos
acosando sus labios con los míos.
Los recuerdos
están ahí.
En movimiento,
no, no se quedan quietos,
aparecen de repente:
en una mirada,
en unos labios,
en una esquina,
en una tarde,
en hojas de cuaderno,
en un parque,
en una tarde tranquila,
en un paisaje ocupado por risas y abrazos.
Ahí están pendientes
en esos ojos que me lo recuerdan y en esa despedida
que  me deja con el deseo de encontrarlo
una vez mas.
Nos ven débiles y descuidados y se lazan
y empiezan a apoderarse de la piel,
de las emociones,
de los sentimientos,
de los pensamientos y se quedan allí,
contando, recordando hojas que se habían botado
o guardado en el baúl de los olvidos,
donde sabemos que han existido,
pero ellos  no se van
se quedan.
Entonces se hace inaplazable
pedir auxilio, abrir las ventanas y resbalar,
seducir a los recuerdos para que  nos dejen,
porque se hace extremadamente perentorio
que cambien su rumbo
o  de nuevo
pareciera que queremos volver y volver...

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