miércoles, 4 de mayo de 2011

MOLDE Y ARCILLA

ELLA
Se perdió en los sueños. Jamas pensó volver a encontrarla, se había ido para siempre un día cualquiera, en un tiempo cualquiera y en un espacio que ya no recordaba, y ahora estaba allí a las 11 de la mañana en ese cuarto pintado de blanco, vestida de rosado, y con los labios sin labial...  Y era Ella, la misma que yo había amado tanto, era la misma la que se caso conmigo, era Ella, eran sus cejas, sus labios, y ese dialogo existente en sus ojos estaba olvidado, no había paisajes en su mirada, era un punto infinito en mi vida, sin embargo, como la evocaba mi cuerpo, como caminaba sin prisa por la sangre entre mis venas, como la ame siempre, era Ella sin lugar a dudas. Me acuerdo que cerré la ventana y baje al primer piso, la encontré, silenciosa, muda y sin calor en su piel, había muerto esa mañana de verano cuando los arboles empiezan a florecer. Se había ido, sin mi permiso, silenciosa como lo fue siempre. Estaba totalmente sola y su única compañía eran unos ojos que dejaban percibir como se desmigajaba su amor en las lagrimas que le resbalaban lentamente por sus mejillas envejecidas. Fue entonces cuando tuve envidia por este ciego capaz de amarla, y toda la miseria de mi alma se sentó a mi lado y desde entonces cada aniversario le traigo las rosas blancas que nunca le lleve en vida.

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