sábado, 27 de julio de 2019

CONTRA EL MURO


QUIERO MÁS
Ella, llevaba en su sonrisa la huerta y el mercado de plaza,
desayunos y besos de los buenos días.
Él, llevaba en sus manos el azadón y el paisaje en la madera, 
traía en su corredor de palabras el primer encuentro
cotidiano en la mesa de imagenes y despertares,
había paisajes y atajos con ese apretón de su sonrisa 
cuando nos acariciaba con sus  ojos negros.
Y había fuego de amores en mi casa de adobe y paja trenzada.
Mi madre llevaba  a la mesa un caldo caliente con olor a leña
y sabor a papa y cálao, huevo y queso,
que nos recordaba en medio de risas
y catálogos campesinos, muestra existencia  de  palma de cera
libertades y soberanías en el majestuoso cóndor.

También había en mi casa
raíces de abrazos, fiestas de corral y atajos inundados de ilusiones.
Se trabajaba en mi hogar
hilando con el canto del gallo el juego de luces y lluvia de mi tierra,
mañanas de aguapanela  con queso y almojábana , caldo de costilla.
Teníamos alboradas que olían y sabían arepa de huevo
o patacón pisado, jugo de corozo que con su aroma 
acariciaba la brisa y el  mar con sus  sales y arenas.
Había infinidad de estaciones en los días con la voz que madrugaba
con nuestros padres  desnudando las mañanas,
desvistiendo olores despiertos con el olor de la hallaca o tamal 
y a veces se colaba la carne oreada
y en esos días de cansancio se sentía el calentado con tajada de plátano
saludando los fines de semana,
y que decir del pandeyuca, el buñuelo y el pan de bono amasado
por mi padre y las coplas de amor que lo convertían en poeta.

En mi habitación dormían los rincones, y las buenas noches.
Siempre pendientes los dos, con sus manos en sus labores,
huevos fritos, avena y chocolate.

Radiografía del desencuentro en esa mañana.

Recuerdo que había huevos revueltos con cebolla y tomate
tortillas de hojaldre y una deliciosa taza de café.
Mis padres como de costumbre saboreaban
la mesa con nuestros gritos y un quiero más.
Cuando llegaron vestidos de uniforme, y llevaban puesta la bandera.
Se llamaban comandante, capitán, compañero.
Y se fueron cantando el himno nacional
dejando una orquídea sobre la mesa del desayuno...
Se los llevaron a los dos, con palabras en sus lágrimas
que nos decían que ya volvian…

Tenía yo entonces los años de las canicas y carros de balineras
y mis tres hermanos el tiempo de las cometas y las escondidas.
Huevos, arepa casera, café o chocolate
llevan en las mañanas sus sonrisas de huerta y  mercado de plaza
llevabando en sus manos el azadón y la madera para
el desayuno con un quiero más…

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