DESENCUENTRO
Veía caer las hojas en la puerta de
su casa de lata y cartón.
3 por 8
sin ventanas y con miedos.
Su cuerpo quería
poner fin al dolor de viajante
y al consuelo de ser residente de llantos y
lamentos.
¿Qué contar?
Hemorragias
y quemaduras desérticas
se reproducían
en su vientre de colores.
¿Porque estoy
viva y no muerta?
Había dicho
esa mañana comiendo un trozo de
pan con
sabor a vivienda gratis.
Había sido
soñada entre amenazas
y gestos de
cariño obligados.
Su historia pertenecía
a lágrimas dormidos en canastos
y madres
abusadas a espaldas de amor.
Estaba ahogada
en las trochas que nadie ve.
Amaba los pasos
de la soledad,
sumida en el
disgusto de voces y lamentos,
en días y
noches que la perseguían sin fronteras,
sentía que había
llegado la despedida para su existencia
de greda y
arcilla.
Necesitaba una
salida al mar,
necesitaba
las flores de un jardín,
necesitaba la
presencia de un reloj de horas
en un pueblo
de puertas abiertas.
Sus sueños y
su cuerpo migraba en total silencio
entre
banderas e himnos nacionales y escaleras de olvido.
Las esperanzas
la habían atrapado en los adioses.
Su casa olía
a guerra de alcohol, droga y pobreza,
ya no podía,
ni quería respirar, y su corazón
juguetón
estaba completamente quieto.
Su cerebro
había dejado de responder
y abrazaba
la calma.
El cansancio
y la espera de caracol,
la habían
obligado a saltado al vació.
La brisa, se
había llevado sus despedidas,
ya no se
apoderaba de su
alma los
miedos y las frases que cobijaban
caminos con
olor a fatiga.
Partía en calma.