jueves, 11 de julio de 2019

POR UNA NOCHE- ARQUITECTURA DEL OLVIDO


ARQUITECTURA DEL OLVIDO
Hay instantes en que temo por una despedida
sin horario,
una despedida en que no me dé cuenta,
una despedida en que los esfuerzos por
retenerte no sirvan para nada,
un día en que a fuerza de tanto esperarte ya no te reconozca,
un día en que  seas olvidado los entonces en ni recuerdo.
Si, hay momentos de delirio y alucinaciones.
Momentos cuando los encuentros suman infinidad de fechas en los
calendarios, sin oírte,
ni verte o tocarte
y estas imágenes que no me atrapan, resbalan hasta mi memoria
distraída en el ejercicio de profetizar acercamientos.
Si, hay infra segundos entre sombras aprendidas.
Y hay segundos en que las sombras retenidas en el vocabulario del amanecer,
dibujan  tu rostro de leyenda urbana
refundida con esos instantes donde los saldos de temporada
ya no hablan al día, de ese día en que quise robarte un beso.
Tiempo en  que mis espacios en blanco se enamoraron de
tu existencia repetida entre nuestras manos de orfebre.
Hay instantes en que temo por una despedida
sin horario
abordando las escaleras de la interpretación de mis sueños encerrados.
Y hay en mi garganta repleta de infinidad de alucinaciones,
playas de guijarros  que se rellenan con tu presencia,
presencia de abrazos embarazados en verano 
temblando a la entrada de nuestros sexos oliendo a jazmín.
Miradas sospechosas adheridas a la tela del aire
con arona de coctel de alchool y naranja,
frases de aniversarios inventadas,
y la permanencia de nuestras pasiones resguardadas en la tormenta.
Hay sentimientos que murmuran detrás de las puertas en los botones de nuestros vestidos.
Hay palabras sembradas entre paisajes repetidos.
Hay abecedarios atrapados en la cintura del humo blanco de la neblina.
Hay escondites de agua y ladera entre tus piernas y las mías convertidas en sueños mágicos.
Entonces esos momentos me asedian  
dejando en la mesa de nuestros cuerpos la distancia
que multiplica encuentros en la perdida de la memoria
y aparecen esos instantes
que se convierten en remembranza olvidada,
en la desnudez de tu voz que ya no me desnuda,
que ya no me arropa.
Hay  instantes en que siento como te detienes
muy cerca, en las callejuelas de mi cuerpo
y presiento que empiezo a enfermarme de locura.
Entro en el hospital de la soledad
y se desbordan los miedos y los deseos de perseguirte hasta
hallarte cerca de esas callejuelas en el baúl de los recuerdos.
Hay instantes en que temo por una despedida
sin horario
aparecen enmudecidos arreboles en la fisura de tus deseos
que me provocan desenfrenadamente hasta lograr humedecer
todas, absolutamente todas las silabas y rincones
donde se anidan ocultas despedidas,
y tatuajes de  prohibidos olvidos.
Y hay ocasiones como esta en que se hace indispensable
e imprescindible,
no creerle al tiempo y sus pistas de crucigrama,
cuando me atrapa con ideas y pensamientos
con sabor a sales marinas,
y me dice al oído, que en el archivo de los recuerdos está borrándose
el olor de la miel y la canela de nuestros cuerpos.

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