viernes, 19 de julio de 2019

ARCILLA Y MOLDE


JAZZ
Se miraron los ojos y tomo entre sus manos negras el saxo tenor. Él, metido en su piel blanca se quitó la corbata y el músico leyendo la partitura en sus labios, se unieron  humedeciendo la caña de la boquilla del saxo. Soplo con tal delicadeza que los olores de su conversación se convirtieron en dedos tejedores entre sus pieles habitantes de la velada. Se sentó y continuó  desabotonando el segundo botón de su camisa de seda blanca, el sudor resbalaba, recorriendo con sus manos la entrepierna, el pecho, nuca, muñecas y las sienes. El saxofonista acariciaba con sus notas la desnudez con sus manos que se deslizaban entre los botones que dejan fluir la nota de jazz que llevaba la huella dactilar de este encuentro entre bambalinas. La mesa se ocupaba por dos vasos largos que dejaban ver virutas de chocolate, sal escarchando los bordes, cuando llega Ella, vestida de un hermoso traje negro adornado de perlas.

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