domingo, 15 de septiembre de 2019

CONTRA EL MURO


CUENTO POEMA
Me  despido dijo Ella mirando hacia la puerta.
Hay mucho cansancio en las despedidas
y arrastraba entre sus piernas todos los días de la semana
menos el domingo porque era el del descanso.
Que extraño dijo la patrona llena de templos y joyas,
en su cuerpo construido con la pobreza, la infidelidad
y el abandono de su padre hombre de novela y mentiras,
quien jugaba a desvestir otras mujeres.
Es así que el poder escavando en su miseria
resolvió descontar el sábado
del calendario y los demás días y así se quedar a paz y salvo.
Insistía en marcharse.
Había resuelto irse mirando la puerta,
irse un día en que el lunes fuera fiesta.
Pero al tratar de encontrar el lunes en el almanaque
no conseguía detener el encuentro de las noches y los días
frente al tiempo que se registraba en el calendario.
El periódico anunciaba noticias y relatos que despeinaban
sus esperanzas, no encontraba nunca la fecha ni el día.
Tenía Ella, la que se quería ir, un pelo negro
hecho de trenzas con soles y arena sobre su cabeza
y un color blanco oscuro en toda su piel que despedía 
ese olor de los santuarios que se queda en el recuerdo.
Su cuerpo le dolía y
Ella se había envejecido en el patio de atrás de la casa,
permanecía en su espacio de  desiertos y oasis
sus hijos, los de la patrona, la ladrona del calendario,
crecían y crecían  encadenándole los sueños,
volviéndose secuestrada de los caudillos de la ciudad.
Su cuerpo era el centro histórico de la familia
y en medio del remolino de las caravanas de las 
noches y sus fantasías
llego el día en que no se le necesitaba.
Fue entonces cuando todo parece  haber terminado.
En esa época de escabación,
cuando lavaba,  planchaba, tendía camas, barría,
cocinaba, arreglaba escaparates y libros de fantasía
y;
comía con miedo, no mucha carne, no mucho atún, no mucho salmón.
En una tumba sin guardias  con ventanales y cultos
al viento y frió de los amaneceres,
y a sabiendas que en el recinto sagrado todo
era demasiado caro y vació, encontró las hojas
del calendario en el armario de la patrona con cuerpo de mercader.
Y fue entonces cuando ya no se despidió sino que se fue
al fértil terreno de sus sueños.
Había resuelto irse y abrió la puerta,
ese día, sin mirar el calendario que había colgado a la
entrada de la casa en un día de fiesta pagana.

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