sábado, 31 de agosto de 2019

BAMBALINAS

BÓTALO
Bótalo todo.
Si tienes miedos, hazlo ahora.
Si es la política y su sucio
negocio de historias inconclusas
date permiso y hazlo ahora.
Si, bota todo.
Los colchones, sus almohadas y esas sabanas
inundadas de pasiones
Inconclusas.
La ropa sucia y vieja cansada de tanta sal y anilina.
Vota el cansancio.
Los días lunes a domingo.
Bota el olor de tu cuerpo y los caminos que yo persigo.
Bota esas luces para las polillas y que nos dejen las noches en paz
y abre el armario.
Bota los tumultos y las manifestaciones, los ruidos y los semáforos
y la música en inglés.
Bota tus manos y tus pies y esa forma mágica
de teñir en frió nuestros espacios en una cita sin agua aromática.
Bota el tratamiento para el buen genio y demás problemas de la piel
agobiada por la venta de garaje, las ofertas  y la demanda.
Y por favor
bota el ante penúltimo beso que no pude darte.
Bótalo todo
menos esa ventana de las cuatro esquinas donde te veo
dibujar tardes de vendedores ambulantes,
y puertas metálicas para no dejar pasar la noche.
Déjame te lo pido, déjame las esquinas.
Si, esas cuatro esquinas con sus ventanales.
Y lo demás bótalo todo.

jueves, 29 de agosto de 2019

BAMBALINAS


YO
Hay tantas mujeres como yo, que creo me repito continuamente.
Las miro sobre el tablero de ajedrez una a una,
y me siento tan igual, nada distinta.
Soy más que semejante, siento que lo desigual es solo
una palabra de ocasión y oportunidad.
Y pasan esos días cotidianos almacenados en mi piel.
Y me miro entre bambalinas en el espejo
y continúo siendo tan exacta a las mujeres
de revistas,
a las mujeres sin edad de las oficinas,
a las estudiantes empobrecidas por la rapiña de la belleza,
a las que se pierden debajo de los puentes,
o se embriagan en una cantina por amor.
No puedo creerlo que soy tan parecida, tan sinónimo.
No puedo creerlo, tanto así,  que cuando quiero encontrarme miro
a cualquiera de Ellas:
en la plaza de mercado, recogiendo café,
o amamantando niños trasnochadas de cansancio,
o en la fila del banco, en la política o las bibliotecas,
o allá sentada frente a un café, o en la sala de belleza
y que horror, no encuentro ese punto mágico de la diferencia.
Entonces tomo un labial rojo y encuentro que no hay oposición
solo por un segundo,
porque al salir al mundo de los espejos,
me aproximo  a la vendedora de la esquina y los  ha pintado de rojo.
Y pienso con despecho, pero es solo Ella
y debe ser solo por hoy.
Entonces camino y me saluda Ella la profesora
de todos los años y
recuerdo cuando vi sus labios que son rojos, siempre rojos.
Bueno, entonces cambio el color como lo hacer el arco iris
o el camaleón, o el artista  y los pulpos.
Ha sorpresa, aparecieron otras tantas con esos camuflajes.
He decido entonces no pintarlos,
es imposible que haya mujeres que no se maquillen los labios.
Imposible me digo y de repente me saluda
Si, Ella la mujer del carnicero y para mi
sorpresa no lleva labial para humedecer su hastió.
Y como en ese viejo papel fotográfico te revelas para mi sorpresa,
y mi cuerpo de alcoba se acalora, mis manos sudan,
y reconozco tu cuerpo cuando se vuelve rayado,
y mi vestido de todos los colores y estilos igual a de todas ellas,
resbala entre tus piernas y las mías
y
es  cuando encuentro la diferente.

CONTRA EL MURO


LA COSECHA
Hay momentos
en las calles rurales de mi ciudad
en que las palabras han madurado y  juegan a engañar,
a mentir y finalmente a besar en línea recta.

Todo son  tiempos especializados de recolección.

Si, se besan siembra de semillas con abrazos indeseables a sus hijos,
a su esposa y al perro.
Se gesta entre palabras ortográficas y mala ortografía
los saludos prevenidos del  vecino
y del mendigo  que nos invita con su mano temblorosa a la huida  del desencuentro.
Las palabras tienen diferentes disfraces en labios diferentes.

Hay diseños de tiempos ahuecados para la recolección.

Bocas ocupadas en cantinas y burdeles con rostros diferentes
a aquellos, los de antes.
Diferente es la palabra de moda de una habitación a otra.
Diferente mi abuela, de mi mamá y de nuestros hijos.
Diferente los días del ayer, a los de hoy y su música,
sin dejar de morder el sin sabor de un mañana,
sin besos desasiéndose
entre las caricias de cerrojo y callejones angostos.
Diferente tus ojos de ayer
cuando se incrustaban en mi vientre,
a los de hoy ,muertos y olvidados.

Mañana, epilogo de frases en la indigencia y la penuria.

Habremos los dos, perdió la visión del encuentro.
El rose apasionado del  calor de las pieles oliendo a deseo
entre el ruido y los alaridos de la piel.

Hoy tiempos de recolección y escasez.

Recogemos desechos de una cosecha  de sonrisas divididas,
Llantos que germinan entre páginas de diccionario y su significado.
Hay siembra y embalaje de instantes que se prolongan en mis poblados
y  todo se reproduce con un bis de aprobación.
Andamos con los bordes del vestido hilvanando
entrevistas y sombras de infinidad de aromas
en tiempos de cosecha,
exportación e importación.

lunes, 26 de agosto de 2019

CONTRA EL MURO

EUFENISMO
El periódico de la noche
anunciaba que era un día lunes del mes de mayo.
Nadie sabía quién era  decían las voces.
Dicen que lo hallaron en las cantinas y las calles.
Dicen que Ella acostumbraba caminar durante las noches sin estrellas.
Dicen que a esos niños y niñas eran el trabajo urgente y silencioso.
Dicen que los hombres y mujeres los abandonaron por viejos.
Dicen que eran homosexuales y que todo estaba planeado.

Y aclaran las voces enmudecidas por el hastío.

Que era un ser humano de tienda,
un hombre alfarero,
una mujer de todos los colores pariendo entre sabanas ajenas,
 una niña y niño trabajando en medio de la gente.
Un olvidado que creció volviéndose joven de arete y miedos en el alma,
una muestra de asfixia y cansancio en  calles urbanas
y un  pasajero de sus calles rurales.

Y por casualidad

Se miraron los unos con los otros y reconocieron
en su casa, su hogar, su cuerpo un lugar sin límites
en medio de la tierra y el barro que se unta de miseria.
Igual que aquellos del periódico
no les queda en el bolsillo sino el cansancio de la tierra trabajada,
la búsqueda de trabajo y las monedas del salario que no
rinde cuentas a la canasta tejida de manos de familia y habitaciones.

Dicen

Había epidemia en el barrio donde vivía,
las escuelas, los centros de salud, los medicamentos,
la comida, todo  había entrado en coma.
Las estadísticas señalaban  un casino de apuestas
donde sin razón alguna no se trabajaba con el justo salario,
donde una queja se olvidaba en un buzón,
donde las necesidades eran palabras de desahucio. 
Donde olvidando el lápiz y el papel  se aprende
a morir en la ignorancia.

Era necesario olvidar las panzas llenas de hambre y llanto,
Era necesario olvidar los tejidos inundados de goteras
y las mesas repletas de ausencia de comida.
Indispensable era dejar  de lado la escuela y al profesor.
Nadie cruzaba la calle, había un miedo de propaganda
que huele a subversión.

No había hombres eran mendigos.

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