sábado, 13 de julio de 2019

GUIJARROS

 LOS ADIOSES
Hemos envejecido.
Abriendo la ventana me dijo
sin calor en su mirada,
lo amo a la sombra de los arreboles,
pero me voy.
Ella, nunca me había amado.
Ella, era una habitación cerrada
llena de imagenes que no me pertenecían.
Su piel del color del trigo jamás me pudo mentir.
Sus labios, su pelo y su sonrisa hablaban
idiomas que su sombra delataba a mis silencios.
Le tenia miedo al cuerpo cerrado de su cuerpo,
sentía que las caricias de sus manos
blancas  no me dejaban salir de su piel.
Estaba cansado de envejecer
a la penumbra de unos brazos que me aluciaban,
de no encontrarla todas las mañanas,
y de amarla entre miedos y caricias compartidas.
Mi cuerpo se habia vuelto pequeño y estrecho,
la entrevista con su memoria de laguna
dibujaba en la habitacion olores que me eran extraños.
Estaba poseido por una tristeza cotidiana
y mis manos se habian agrietado con los tiempos.
Yo sabia que no me amaba.

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