domingo, 1 de septiembre de 2019

GUIJARROS


MAÑANA
Pertenezco a  la figura autobiográfica
de un libreto envejecido en el anonimato
y la clandestinidad.
Desapareció el dialogo de los cuerpos en aguas profundas,
y la lencería  en línea, exclusiva para mayores de edad
con sabor a frambuesa.
Y
yo permanecía allí, siempre, decida a irme al día siguiente.

Arrastrando mi mirada hasta las postales  a  través del espejo,
encontré que se engordo, entrelazando los tiempos de ser papá,
uniendo con la  hilaza lamentos y alegrias de nuestros hijos.
Compro carro de lujo y fue elegido  gerente
de una empresa de algodón y empaque sin marca,
con cerrajero en las noches,
sin costos adicionales  y en total reserva.
Se olvidó de mis senos, de mis caderas, de mi piel
y los atrevidos  baby  dool y tangas quedaron dormida en
mi desnudez de vestido de noche y bragas.
Estaba amordazada por el dolor  de caricatura,
y mi cuerpo de noticia sin lector se acostumbró a los lamentos.
Lo ascendieron más y más, gano más dinero,
hubo nueva casa de plastilina y bodega de vino.
Toboganes acuáticos, un cuarto de entretenimiento.

Y yo permanecia allí.

Había censura en las noches  de sexo en ese
recorrido de caricias de espacio público  sin autorización
en la entrepierna para el escándalo.
Crecieron los niños entre carcajadas y ventanales.
Pero yo continuaba allí
siempre decidida  a irme al día siguiente.
Desvestí muchas noches
con mi cuerpo muerto de caricias y duendes.
Y no deje dormir infinidad de noches
para despertar entre sus fantasía y sus sueños.
Tuve amantes de televisión e internet,
además de fantasmas, súper héroes y cartas astrales.
Y los niños se tornaron esposos y ahora soy abuela
entre lujos, abrazos y viajes al mar,
miedos y floreros con rosas, azucenas
y los indispensables girasoles y margaritas.

Pero yo persistí en estar allí
siempre, decidida a  irme al día siguiente.

Siempre hubo postales de navidad cena y vacaciones.
y hoy, continúa habiendo encuentros  familiares
entre risas y carcajadas que volvían a crecer.
Y me quede  a vivir un día más entre fuentes y miradores,
pensando en cómo y cuando
debo dar por terminada la cronología de despedidas.
Recosté mi cuerpo bohemio en la penumbra
de madrugada, sobre  los pisos de madera de ébano.

Y deje todo para mañana.

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