Como me huele tu cuerpo a infinidad de árboles frutales.
Cada día llevas puesto el perfume de una fruta diferente
y siento como tu cuerpo se adueña de mis entrañas cuando
cierro los ojos y te adhieres al sabor
de mis caderas
y me hules entonces a llegada y despedida.
Como ciento el olor de tu despertar cada mañana.
Como me gusta ese olor de la loción que llevas puesta
cada día.
Como ciento el olor del latido de tu corazón
cuando tomas entre tus manos el cuerpo de un recién
nacido.
Como me maravilla el olor de tu sonrisa de colores en una
tarde de lluvia de canciones y guiones.
Como me deleita olerte y verte cuando en el parque eres un niño que
juegas
a la golosa y
llenas tus bolsillos de canicas ganadoras
y como me maravilla la infinidad de olores cuando
tus ojos de revista se repletan
de viejas historias
y ellas poseen el brillo de tus madrugadas y recuerdos.
Como me huele tu alegría de mitología cuando nos visitan
nuestros amigos
con que alegría de tardes y café los atiendes y todo se llena de ese olor a
chocolate
queso y pan con
jamón de esquina y cafetines.
Como me gusta cuando me miran Tus puertos de gritos y
peleas melancólicas.
Pero ese día
me miraron los ojos de recuerdos ordenados y analfabetos.
fue un concierto de carcajadas, ventas callejeras,
trampas y tertulias de desamor.
Había un olor especial, diferente.
Olías a caricatura, había hambre de caricias,
se sentía correr y juguetear la briza cosmopolita por toda la casa
y me atreví a preguntarle ¿Me imaginas?
Ese día de plaza me volvieron a mirar sus ojos de barrio,
de balcones y primeras ediciones.
Pregunte a qué huelo, Dímelo…
Sonrió y dijo, tú lo sabe desde hace algunos tiempos.
Me beso como todos los días
y sus manos de posguerra se detuvieron en mis caderas.