Amo la vida como lo hacen los que han perdido la
memoria.
Olvido todos los días, especialmente el más
importante, los no vividos y recuerdo solamente las ausencias del mañana, es
decir una tarde de noche llena de amaneceres. Iba diciendo esto mientras subía
las escaleras donde cursaba tercer año de cualquier carrera como lo repetía
cuando le preguntaban que estudiaba. Esa tarde de junio abrió la ventana de su
habitación, se sentó allí, donde
florecían hermosas orquídeas durante todo el año. No volvió a la universidad,
comía, dormía y se bañaba para quedar postrado nuevamente al frente del jardín
de las orquídeas.
Un día de agosto de un tiempo cualquiera, el viento
impetuoso llevo hasta su vientre, los ojos agua marina de una hermosa morena de
piernas largas que se detuvieron al llegar a su cuerpo donde desapareció con
Él, dejando sobre la silla, la ropa
limpia para el otro día y un labial de un purpura intenso.