LA
PENSION.
En los brazos de todos hay mosaicos de arriendos,
contrato de Inquilinatos que poseen historias y
fotografías
de risas, sonrisas, y miradas de azúcar y miel.
Hay infinidad de llanto en los cuerpos de colores
dibujando en sus ojos de renta, espacios habitados en cuartos y
calles desocupadas de
riqueza.
Hay retratos sin imágenes de lunas y estrellas.
Solares habitados por habitaciones.
Estaciones y tiempos de descansos compartidos.
Fogones de petróleo desvisten con su calor
espacios que se dividen entre el llanto y la carcajada,
la riña y los besos escondidos en la noche.
Se duerme y se sueña
en espacios alquilados donde habita la violencia.
Se abandonan
pobladores de calles alquiladas.
Se adormecen habitantes
de recomendaciones y
diagnósticos.
Cabecean indigentes
de casas habitadas por habitaciones.
Desaparecen:
Habitantes con ventanas en muros y ventanas de papel.
Habitantes de semáforos y paredes pintadas de humedad.
Habitantes con cuerpos hospedados en tierras ajenas.
Habitantes ocupados por la mendicidad y la enfermedad.
Habitantes de casas de infinidad de pisos adornadas con
una puerta
y una misma
escalera de alquiler de ciudades.
Habitantes despojados del juego de la risa, y espacios de
dominó.
Inquilinatos de defunción, donde
los secretos de los cuerpos desnudos
agonizan en la oscuridad y los archivos digitales de la
ciudad.