miércoles, 31 de julio de 2019

CONTRA EL MURO


LA PENSION.
En los brazos de todos hay mosaicos de arriendos,
contrato de Inquilinatos que poseen historias y fotografías
de risas, sonrisas, y miradas de azúcar y miel.
Hay infinidad de llanto en los cuerpos de colores
dibujando en sus ojos de renta,  espacios habitados en cuartos y
calles desocupadas de  riqueza.
Hay retratos sin imágenes de lunas y estrellas.
Solares habitados por habitaciones.
Estaciones y tiempos de descansos compartidos.
Fogones de petróleo desvisten con su calor
espacios que se dividen entre el llanto y la carcajada,
la riña y los besos escondidos en la noche.
Se duerme y se sueña
en espacios alquilados donde habita la violencia.
Se abandonan  pobladores de calles alquiladas.
Se adormecen habitantes  de recomendaciones  y diagnósticos.
Cabecean indigentes  de casas habitadas por habitaciones.
Desaparecen:
Habitantes con ventanas en muros  y ventanas de papel.
Habitantes de semáforos y paredes pintadas de  humedad.
Habitantes con cuerpos hospedados en tierras ajenas.
Habitantes ocupados por la mendicidad y la enfermedad.
Habitantes de casas de infinidad de pisos adornadas con una puerta
 y una misma escalera de alquiler de ciudades.
Habitantes despojados del juego de la risa, y espacios de dominó.
Inquilinatos de defunción,  donde  los secretos de los cuerpos desnudos
agonizan en la oscuridad y los archivos digitales de la ciudad.

martes, 30 de julio de 2019

ARCILLA Y MOLDE


COPAS Y COCTEL
Ella era una biblioteca de encuentros en el sabor.
Los gemelos  en esa noche la querían obligar a elegir. Siempre llevaba puestos zapatos angostos y destalonados, con tacón delgado, logrando que sus piernas sofisticadas no se agoten invitando a un  Cherry Tootsie Pops. Tres cucharadas de vodka de chocolate,  Red Bull, Granadina.
Solo pensaban en el aroma, sabor y calidez. Se habían tornado  ansiosos, depresivos e irritables. Discutían sobre las Frutas cono el ananá y la piña, la menta la canela y la vainilla, bodes desnudos de azúcar, sal en concentrado de cereza y espirales de cascara de naranja, todo estaba listo.  Esa noche era de compromiso, pero…  la bienvenida, un Coctel margarita, tequila y sumo de lima… y el Cosmopolitan que llevaba jugo de arándanos que le encantaban.  
 Ella, llevaba un vestido de brocados en seda lila, a la altura de la rodilla que conjugaba el decorado con sus ojos delineados suavemente de  negro. Sus labios rompían las reglas de la seducción, entre el maquillaje,  el estilo y la boutique, y su calendario de encuentros se capacitaba con su rostro de piel trigueña y  mediana estatura que la saludo con un buenas noches, sal y  pimienta para el  Bloody Mary. Se leyeron los cuerpos mientras entregaba su bolso caja, de infinidad de tonalidades y sombras que no despegaban  sus miradas.  Se observaban, se habían atrapado.  Ella sugirió con  una insinuante mirada académica; mejor Pisco Sour  punto exacto para los dos: Pisco, jugo de limón, hielo y clara de huevo. No me gusta el tequila y los arándanos.

domingo, 28 de julio de 2019

ARCILLA Y MOLDE


DESNUDEZ

Todo había sido una apuesta.  El la había sorprendido desnuda en su habitación. La miro y sus ojos quedaron vacíos, parecía como si quisiera huir, su rostro dibujaba el temor, estaba aterrorizado. Tomo entre sus manos su cabeza y su estómago y comenzó a vomitar incontrolablemente, anidando una respiración que se hizo muy fuerte, desvaneciéndose lentamente hasta quedar desmayado. Su cuerpo quedo cobijado por una delicado pijama de cuadros azules que le quedaba a la perfección y la compañía de  los gritos de auxilio de Ella, en medio de su desnudez…
Su ropa fue siempre impecable. Tenía un cuerpo finamente delineado sin exceso en su musculatura, brazos deliciosamente bronceados, con una piel que invitaba a la seducción, sus labios delgados como su rostro y ojos negros no dejaban de ser una aventura para el deseo. Los mejores trajes para fiestas, deportes, tiempo de ocio, era siempre el mejor pero nadie absolutamente nadie lo había visto desnudo.

sábado, 27 de julio de 2019

CONTRA EL MURO


QUIERO MÁS
Ella, llevaba en su sonrisa la huerta y el mercado de plaza,
desayunos y besos de los buenos días.
Él, llevaba en sus manos el azadón y el paisaje en la madera, 
traía en su corredor de palabras el primer encuentro
cotidiano en la mesa de imagenes y despertares,
había paisajes y atajos con ese apretón de su sonrisa 
cuando nos acariciaba con sus  ojos negros.
Y había fuego de amores en mi casa de adobe y paja trenzada.
Mi madre llevaba  a la mesa un caldo caliente con olor a leña
y sabor a papa y cálao, huevo y queso,
que nos recordaba en medio de risas
y catálogos campesinos, muestra existencia  de  palma de cera
libertades y soberanías en el majestuoso cóndor.

También había en mi casa
raíces de abrazos, fiestas de corral y atajos inundados de ilusiones.
Se trabajaba en mi hogar
hilando con el canto del gallo el juego de luces y lluvia de mi tierra,
mañanas de aguapanela  con queso y almojábana , caldo de costilla.
Teníamos alboradas que olían y sabían arepa de huevo
o patacón pisado, jugo de corozo que con su aroma 
acariciaba la brisa y el  mar con sus  sales y arenas.
Había infinidad de estaciones en los días con la voz que madrugaba
con nuestros padres  desnudando las mañanas,
desvistiendo olores despiertos con el olor de la hallaca o tamal 
y a veces se colaba la carne oreada
y en esos días de cansancio se sentía el calentado con tajada de plátano
saludando los fines de semana,
y que decir del pandeyuca, el buñuelo y el pan de bono amasado
por mi padre y las coplas de amor que lo convertían en poeta.

En mi habitación dormían los rincones, y las buenas noches.
Siempre pendientes los dos, con sus manos en sus labores,
huevos fritos, avena y chocolate.

Radiografía del desencuentro en esa mañana.

Recuerdo que había huevos revueltos con cebolla y tomate
tortillas de hojaldre y una deliciosa taza de café.
Mis padres como de costumbre saboreaban
la mesa con nuestros gritos y un quiero más.
Cuando llegaron vestidos de uniforme, y llevaban puesta la bandera.
Se llamaban comandante, capitán, compañero.
Y se fueron cantando el himno nacional
dejando una orquídea sobre la mesa del desayuno...
Se los llevaron a los dos, con palabras en sus lágrimas
que nos decían que ya volvian…

Tenía yo entonces los años de las canicas y carros de balineras
y mis tres hermanos el tiempo de las cometas y las escondidas.
Huevos, arepa casera, café o chocolate
llevan en las mañanas sus sonrisas de huerta y  mercado de plaza
llevabando en sus manos el azadón y la madera para
el desayuno con un quiero más…

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