sábado, 20 de julio de 2019

ARCILLA Y MOLDE


EN LA MESA
Hablaban de Ella. Decían que era diferente. No tenía piernas largas, ni su cuerpo era escultural. Tenía un olor que la hacía extraña y diferente, parecía tan común y corriente,  murmuraban que era terriblemente enferma por el maquillaje, no había identidad en Ella. Pero las mismas mujeres encontraban que había ese algo especial que la caracterizaba. Óigase las mujeres, no los hombres. Ese día a la sombra de un capuchino, después de varios días de observarla. Si, tenía una sonrisa y una piel rosada y tersa que la acompañaba con el buen humor, además le gustaba llevar el color rojo en cualquier parte de su cuerpo. Era una obsesión llevarlo consigo. Su pelo era de color rojizo, largo y brillante. La distancia entre los ojos y la boca era equivalente 36% del largo de la cara y sus ojos eran de un color verde  intenso que conjugaba con sus carnosos labios. Pero sus manos, si sus manos lo delataron.

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