Tú sabes que siempre llego desde enero hasta diciembre,
que todos los días nos encontramos para el desayuno
o para el almuerzo
pero la cena siempre es en casa.
Tú sabes que siempre llego
los trancones después de tomar unas copas,
el calor del día,
el trabajo, las citar y los encuentros.
Pero siempre llego para acostarme a tu lado.
Siempre llego, no abro cartas,
las depresiones se duermen a la entrada,
muchas veces cansado, sin demasiada prisa y agotado
por el ruido de las voces y el cansancio de no reconocer
herencias de días y noches
entre las esquinas y los olvidos.
Pero siempre llego para dormir a tu lado.
Siempre llego no importa
las alegrías o las
tristezas del tiempo, la lluvia, el calor
las manos y los cuerpos que caminan en espacios de círculos
y líneas paralelas
ahogando letras que no se escriben.
Pero llego y hacemos el amor con la luz prendida de tu
cuerpo
lleno de música y canciones que resbalan hasta mi cuerpo
adentrándose tan despacio
como me es posible sentirte para ir cabalgando en medio
de obstáculos y placidas llanuras.
Siempre llego sin olvidar que hay prorrogas en el amor.