LAS ESQUINAS
Eran cuatro las esquinas siempre repletas de gente.
Era el medio día y todos corrían como perseguidos con su caminar
apresurado cuando sentí su mano muy junto a mi caderas y sus labios rosándome
el oído. Lo mire y le dije-¿es un atraco? -si le parece, es un atraco.
-No pase por favor, y subió sus manos hasta mis hombros y desvistió mi
mirada con esa voz que atravesó mi sexo dejándome paralizada con su invitación.
No lo conozco respondí. Yo tampoco, pero usted tiene ese color de senos y
una deliciosa cadera incrustada en su cuerpo que la hace sencillamente
excitante. La sigo hace tres cuadras y un sin número de meses.
Algo extraño me sucedió. No podía moverme, la respiración se hizo mucho más
acelerada y sus labios comenzaron a rosar mis hombros hasta llegar a mis labios,
ya ansiosos de ser besados.
Empezaron a caer pequeñas gotas de agua que inundaron mi camisa de seda
blanca dejando mi piel desnuda entre sus manos y mi sexo ardiendo de calor en
medio de la lluvia que se apodero de toda mi ropa al igual que su cuerpo.
Llovió y llovió hasta cuando sus besos se desprendieron de mis senos y se
despidió con un nos vemos mañana a la misma hora, si le parece.