DISCREPANCIA
¿Quién le
dijo que no me acuerdo de usted?
De sus
labios que quisiera saborear con un buen vino,
de su pelo
negro acercándose a la pintura de los blancos
paisajes de
la neblina,
de sus ojos
silenciosos y oscuros,
de su
cuerpo lleno de mis sueños y abrazos,
de su voz
guardada en su cuerpo.
¿Quién le
dijo que no me acuerdo de usted?
No le han
dicho que quisiera encontrarlo
en las
calles de la ciudad,
en el
trasporte público mirando a través de la ventana,
con sus
ojos ocupados en acordarse de mi existencia,
en una
gasolineria,
en un
almacén de ropa para todos,
en una
librería,
en el
supermercado o en la plaza de mercado,
en una
esquina,
en una
venta de emparedados, pizza o hamburguesas,
en un
restaurante para vegetarianos, veganos o comedores de carne y pescado.
Quisiera
encontrarlo una mañana en el desayuno,
al medio
día en el almuerzo,
y en la
noche tomándose un café a la sombra de la oscuridad,
retraído y
silencioso,
queriendo
hablar del frio de la ciudad,
de sus gentes,
de la
problemática del país y del mundo,
del
desempleo,
de la paz,
de los
amores, sueños y pasiones,
de la
universidad,
de ser
profesor,
del sudoku,
de música o simplemente,
mirarnos en
silencio.
¿No le han
contado?
¿De cómo
quisiera encontrarlo al despertar muy cerca de mi almohada?
¿Por
supuesto que si me acuerdo de usted?