LA FOTO.
Oro
blanco y rosa era la argolla de compromiso que solamente tenía la dirección del
email…
Las ventanas y puerta de su habitación siempre permanecían abiertas.
Aprendió a tocar flauta, Jugaba en línea
ajedrez, bebía, comía solo y trabajaba desde su pieza. Las personas lo
atemorizaban, se sentía observado, no le interesaban. Hacía más de 30 años que
no dejaba el dormitorio. La escuela era la responsable, lo habían apodado ojo de piña, porque tenía
unos ojos inmensos de un color café intenso que parecían ocupar todo su rostro.
Realmente eran inmensos. Se había graduado de bachiller y ahora era un
brillante matemáticos condecorado. Se le había agudizado el pánico a las
personas, excepto a su mamá, la única que podía entrar en la alcoba. La
tecnología lo había habilitado con el mundo y se había comprometido a través de
un contrato por redes sociales, colocando en su perfil una foto de su hermano que le tenía un miedo
irrefrenable a las mujeres.